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Can Cerbero

Can Cerbero

El perro de tres cabezas, el can Cerbero, era quien guardaba la entrada al Inframundo. Su dueño, el dios Hades, le había encargado aquella misión: él sería quien dejara pasar a las almas de los muertos y tendría que asegurarse de que ninguna de ellas volviera a salir de allí. Además, el gran perro negro debía impedir que cualquier mortal accediera al reino de las sombras.

 

Pitón

piton

La serpiente llamada Pitón era hija de Gea, de la propia madre tierra. Se cuenta que guardaba el oráculo de la ciudad de Delfos, uno de los más importantes de la antigüedad. Era tal su relevancia que el dios Apolo, hijo de Zeus, lo reclamó para que allí se le rindiera culto a él mismo. Para lograrlo tuvo que enfrentarse a la descomunal serpiente, a la que consiguió vencer. Apolo, sin embargo, reconoció el gran valor de su contrincante y en su honor creó los Juegos Píticos.

Taraxipo

taraxipoTaraxipo era el fantasma de un caballo atormentado que escondía el espíritu, según algunos, de Enómao, padre de Hipodamía, cuyos pretendientes eran asesinados a traición por su padre en una carrera de caballos manipulada con ayuda del dios de la guerra, Ares. Aquel pretendiente que quedara vencedor se haría con la mano de Hipodamía; pero si Enómao conseguía alcanzarle en la carrera de carros le atravesaba con su lanza, y eso siempre ocurría porque el rey jugaba con ventaja. Hasta que llegó Pélope a bordo de una carro que le había regalado el mismo Poseidón y sus caballos eran alados e inmortales; venció a Enómao, que murió bajo los cascos de sus propios corceles; y aprisionó su espíritu eternamente. Contaba Pausanias que aquel espíritu aterraba a los caballos en una de las curvas del hipódromo de Olimpia.

Monstruos y leyendas

Can Cerbero

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Basilisco

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Taraxipo

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Pitón

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Basilisco

basilisco

El pequeño rey, pues eso es lo que si nombre significaba en griego, era descrita como una pequeña serpiente capaz de acabar con la vida de un hombre tan solo con cruzar su mortífera mirada con la del infortunado humano. Esto decía Plinio en su Historia Natural acerca del Basilisco: “Es llamado de algunos latinos Regulos, que quiere dezir Reyezillo,y llamaronle asi, por la corona, o diadema que tiene sobre la cabeça, y por ser el mas venenoso animal de todos quantos ay en la tierra, y a quien todos temen, como si fuera su Rey porque no solo con su mordedura mata a qualquiera viviente; pero aun con sólo mirar quita la vida a los hombres” (según traducción de Gerónimo de Huerta, año 1624)

Introducción

El Orden estaba establecido y las divinidades que surgieron del Caos debían mantenerlo. Pero ni siquiera los dioses estaban a salvo de la seducción del poder. Los dioses Primigenios cedieron el poder a la siguiente generación y Urano ocupó el trono. Sin embargo, el mal uso del poder que se le había concedido provocó que su propio hijo Crono, dios del tiempo, se lo arrebatara ayudado por la generación de los Titanes. Urano fue encerrado con sus seguidores en el Tártaro, el dantesco infierno griego, tras profetizar a Crono que él también sería traicionado por uno de sus hijos y perdería el cetro divino. Para evitar que su destino se cumpliera, Crono devoraba a sus hijos en el mismo momento en el que Cibeles, su esposa, los traía al mundo. Pero la diosa no pudo soportar aquel tormento y al nacer Zeus, el último de sus hijos, engañó a Crono entregándole una piedra envuelta en una manta. El dios del tiempo, perdido en su locura, no advirtió el engaño de Cibeles y devoró la piedra. Su hijo Zeus fue escondido en la isla de Creta y protegido por las sacerdotisas de Cibeles. Cuando tuvo edad para comprenderlo, Zeus conoció su historia y decidió rescatar a sus hermanos y terminar con el dominio delirante de su padre. Ayudado por Mantis consiguió que Crono bebiera una pócima que le hizo expulsar a todos sus hermanos, así como la piedra y la manta. Los dioses encerrados en el Tártaro fueron liberados y ayudaron a Zeus a derrotar a Crono y los suyos, y encerrarles en el infierno. A partir de aquel momento Zeus reina desde el Monte Olimpo y el Orden mantiene su equilibrio. Pero el descubrimiento fortuito de un santuario antiguo en Grecia, en la isla de Hydra, va a poner en peligro el Orden. Las puertas del Tártaro se han abierto y Crono ha sido liberado junto a los dioses que le apoyaron en sus guerras anteriores.

Para recuperar el poder, Crono tiene que recobrar la piedra que devoró como si fuera uno de sus hijos y la manta que la envolvía, porque esa piedra se convirtió en el omphalos, el ombligo del mundo, el centro de todo lo que existe. Acudió a buscarla a Delfos, pero la que encontró no era la auténtica. Necesitaba saber en qué lugar de la Tierra estaba escondida.

La puerta está abierta

En la isla griega de Hydra, la arqueóloga Dora Galis dirige la excavación de un templo del siglo V a.C. dedicado a Crío, el dios de las manadas de la antigua Grecia. De forma casual descubre una entrada tapiada con una inscripción en griego arcaico en el dintel que da acceso a un subterráneo con varias salas y pasadizos. Sólo ella y su ayudante saben que lo ha encontrado; él es Héctor, un arqueólogo español apasionado de la antigua Grecia, que comparte el trabajo de la excavación con Dora desde hace un año.

Sin embargo, pronto aparece un extraño personaje, Simon Bradley, que conoce al detalle los secretos de ese subterráneo. Sin saberlo, Dora y Héctor han abierto la puerta del Infierno.