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Sorteo Librería Gigamesh – Barcelona

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Para aquellos que quieran participar en el sorteo de un ejemplar de La venganza del tiempo, sólo deben responder a una pregunta sobre parte de la mitología que aparece en la novela. Atentos: ¿cuál de los monstruos del bestiario griego era capaz de matar a un hombre sólo con su mirada? La respuesta no está muy lejos de este sitio web…

Hay que enviar un correo a info@tiempodeoraculos.es. Entre todos los correos recibidos se sorteará al ganador del concurso y podrá pasar a recoger el libro por la propia Librería Gigamesh de Barcelona.

¡Suerte!

hades

La primera es una representación, de las poquísimas que hay, de Hades raptando a Perséfone para llevarla con él al Inframundo. Es de una tumbra real Macedonia del siglo IV a.C. La segunda es una tontada mía para que se os quite de la cabeza ese tío azul y feo y conozcáis a Hades 🙂

Y el tercero es un retrato del Can Cerbero, el perro de Hades, que hice yo misma porque las representaciones del perro son siempre de un bicho rabioso, que echa espumarajos por la boca y está eternamente cabreado. Pero, en realidad, es sólo un perro guardián y, en mi caso, he decidido que está muy bien educado, aunque no hay que cabrearle. En el retrato tomé de modelo un gran danés pero los ojos son de un tigre. Una especie de quimera 🙂

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La Antigua Relojería de Madrid

fachada antigua relojeriaEn la calle de la Sal, número 2, a las puertas de la Plaza Mayor de Madrid se encuentra La Antigua Relojería. Inocencio López Salcedo abrió sus puertas en 1880, en una época en la que los relojes eran artículos de lujo al alcance de unos pocos. Sobre la puerta, un relojero salido de la mano del maestro Antonio Mingote no sólo vigila a los viandantes, sino también a los vecinos de los balcones de enfrente, también pintados por él.

Hablamos con Javier y Reyes, partícipes de la tradición relojera del negocio familiar.

Pregunta: La Antigua Relojería es uno de los establecimientos de más historia de Madrid, que posee premios por su prestigio y trayectoria, que lleva 134 años cuidando de los relojes de sus ciudadanos ¿Es Madrid una ciudad amante de los relojes?

Respuesta:

Tiene que serlo, si no no se explicaría que lleváramos más de 130 años vendiendo y arreglando relojes. Por aquí vienen clientes cuyos abuelos y padres ya venían. Para nosotros es un orgullo.

P: La Antigua Relojería trabaja con relojeros expertos y especializados, auténticos artesanos que necesitan paciencia y casi detener el tiempo, paradójicamente, para cada pieza. ¿Son todos los relojes iguales o cada uno tiene lago especial?

R: Son todos distintos, mecánicos, de pilas, con funciones diferentes. Cada vez que un relojero abre un reloj para arreglarlo, se enfrenta con un auténtico reto

P: En la novela, “La venganza del tiempo”, uno de los personajes principales es el oráculo de Crono, el dios griego del tiempo, capaz de manejar el tiempo a su antojo ¿Un relojero puede tener a veces la sensación de estar deteniendo el tiempo mientras trabaja con un reloj?

R: Ojalá, no sabes la cantidad de horas que puede dedicarle un relojero al arreglo de un reloj. Seguro que todos estarían encantados con poder parar el tiempo cuando tienen una máquina averiada delante.

P: ¿Es el paso del tiempo benévolo con los relojes? ¿Son más longevos los relojes antiguos o los adelantos técnicos nos ofrecen mejores máquinas?

R: Hay de todo, siempre se han fabricado relojes de gran calidad y relojes más sencillos. Aunque, en general, un movimiento mecánico suele ser más apreciado por el aficionado a los relojes que un movimiento de cuarzo tanto por su calidad como por su longevidad.


www.antiguarelojeria.com

Entrevista a Carmen Martínez de Ubago

Carmen Martínez de Ubago, diseñadora gráfica, ilustradora y retratista donostiarra (a carboncillo y vectorial estilo Cómic) y, como puede adivinarse por el apellido, cercana a mí, aceptó realizar una portada para “La venganza del tiempo”. Carmen tiene una experiencia de más de 21 años como artista plástica y para mí ha sido un regalo poder contar con ella para el diseño de este trabajo.

Pregunta: Carmen, cuando te conté la historia que había escrito y te pedí una portada, ¿cuáles fueron las primeras imágenes que pensaste que encajarían para la portada de la novela?

Respuesta: Desde el principio elegí el paisaje del  Inframundo como elemento fundamental, más adelante tras consultar contigo los elementos básicos del libro, la Cibeles era otra figura importante, así como la fachada de un templo de inspiración clásica, el Can Cerbero como guardián de las puertas de ese templo del Inframundo con sus tres cabezas, la piedra que simboliza el ombligo del mundo (omphalos), un reloj de arena simbolizando el reloj de Cronos y el río Aqueronte. Posteriormente seleccioné tres elementos fundamentales del libro para no recargar la portada.

P: A lo largo de tu carrera has ganado varios concursos de carteles, como el de la Semana Grande de San Sebastián o su festival de Fuegos Artificiales. ¿Qué diferencia hay entre el diseño de un cartel para un evento de ese tipo y el de una portada para un libro?

R: Son dos trabajos totalmente diferentes. Para realizar un cartel de fiestas investigo sobre esa fiesta en concreto, las actividades que se realizan y los elementos característicos de la ciudad. Después busco por internet los carteles ganadores anteriormente, para no repetir una idea ya presentada por otra persona. Después voy pensando diferentes ideas, y dibujo las ideas sobre papel. Finalmente con ayuda del ordenador, la fotografía y la ilustración realizo el montaje y lo perfecciono. En cambio, para ilustrar la portada de un libro, tienes una libertad creativa total, ya que no estás limitada a un estilo de fiestas. Puedes aportar tu personalidad más fácilmente aunque debes adaptarte también al gusto del autor y a lo que quiere transmitir en la portada del libro.

P: Sé que desde pequeña has crecido viendo a tu madre pintar al óleo y que eso te llevó hacia el arte como profesión, pero dominas también el diseño con ordenador. ¿Por qué en el caso de “La venganza del tiempo” te decantaste por la acuarela?

R: La acuarela le aporta un aire de misterio que no podría haber conseguido con una ilustración vectorial. El color azul oscuro también ayuda, es el color del infinito, de la noche y de los sueños.

P: La novela tiene como hilo conductor las figuras de los antiguos oráculos griegos. En la portada se reproduce el Inframundo, el reino de los muertos de los griegos, donde incluyes la fachada de un templo de inspiración clásica y el río Aqueronte, el que lleva a la Laguna Estigia. ¿En qué se inspira una artista como tú para transmitir ese ambiente en el espacio limitado de la portada de un libro?

R: Para ilustrar la portada de un libro, lo más importante es que haya una buena comunicación entre  el autor y el ilustrador. El autor sabe mejor que nadie lo que quiere transmitir en la portada, por lo que le consulto los elementos más importantes del libro. Paralelamente leo la sinopsis para poder resumir en una portada las ideas fundamentales del libro. Después elijo dos o tres elementos básicos porque si mezclas demasiadas cosas recargas el diseño. También es importante saber a qué tipo de público va dirigido, la edad y el sexo, para enfocar mejor el diseño al gusto de ese sector. En este caso va dirigido a gente de todas las edades y sexos, a partir de los 15 años aproximadamente, con lo que el abanico se abre todavía más. Finalmente empiezo a pensar una idea para que la portada sea atractiva y transmita, con sólo mirarla un momento, la esencia del libro.

Para mí ha sido un placer trabajar contigo, por tu personalidad encantadora y sobre todo por formar parte de mi familia. Estoy leyendo el libro completo y la trama me ha enchanchado desde el principio. Es un libro muy ameno y visual. Espero que pronto escribas el segundo libro de la Saga “Tiempo de Oráculos”, creo que es un libro que va a gustar mucho a todo tipo de público.

 www.carmenubago.com

Prólogo de Nacho Ares

LA VENGANZA DEL TIEMPO

Con este libro aprenderemos sobre Grecia, sus mitos y su arqueología. El conocimiento de nuestro pasado viene en gran parte de la mano de la arqueología. Los restos materiales que han llegado hasta nosotros de la cultura griega nos permiten reconstruir cómo vivían, pero también cómo pensaban y cuáles eran sus problemas más vitales. Muchos de ellos quedaron reflejados en los mitos; historias aparentemente ingenuas pero que no hacen más que recrear arquetipos que han marcado el destino del ser humano desde el origen de los tiempos. Y lo más insólito de todo, por mucho que nuestra sociedad sea un elenco de tecnología y sofisticación, esos arquetipos siguen vigentes. Hemos cambiado los dioses por las máquinas, las oraciones por los mensajes cortos, pero la forma de pensamiento es exactamente la misma.

La venganza del tiempo, de mi gran amiga Isabel Martínez de Ubago, es la prueba más evidente de que la forma de pensar de los antiguos griegos, sus miedos y sus inquietudes, se proyectan más de dos mil años después hasta nuestros días. El concepto del inframundo, ese más allá tan extraño y misterioso del que nadie ha conseguido regresar nunca, su geografía y las partes en que estaba dividido según los antiguos mitos, plantea cuestiones en la actualidad que ya se hacían hace más de dos milenios en la Grecia clásica. Se trata de ideas que, como en el mito de la Caverna de Platón, ofrecen un reflejo muy vivo, casi tangible, de cómo reaccionamos hoy ante ciertas circunstancias de la misma forma que lo hubieran hecho los griegos en la Atenas de Pericles, por ejemplo, hace casi 2.500 años.

Isabel ha creado un puente virtual por medio de la literatura y lo ha hecho de una forma genial. Para ello emplea escenarios contemporáneos aparentemente diferentes a los originales de época griega, pero con infinidad de elementos en común que los hacen mucho más afines. La historia comienza en el templo del dios Crío en la isla de Hydra. Allí los protagonistas encontrarán una puerta que les llevará a un destino alucinante que se desarrolla en diferentes momentos y lugares. Uno de esos escenarios a primera anacrónicos es la ciudad de Madrid; una ciudad con plazas, calles y tiendas, repletos todos ellos de elementos que nos unen a la antigua tradición clásica y que hemos ido olvidando paulatinamente con el paso de los años. Esas estatuas, iconos y figuras de la historia y del folclore más cercano a nosotros, se unen a los milenarios mitos de los antiguos griegos en una fusión que nunca antes había visto en una novela a caballo entre lo histórico y la ciencia ficción.

Para lograr atrapar al lector desde la primera página, Isabel emplea el conocimiento de primera mano. Ha visitado y estudiado los sitios que describe. Y eso en una novela no sólo es señal de buena documentación, sino que ayuda al lector a recorrer de una manera más sencilla los enclaves que se describen en cada capítulo. Pero la investigación no solo se cimenta con viajes a los lugares en donde desarrolla la historia, sino que además se basa en las propias fuentes históricas. Los autores clásicos nos han dejado una buena ristra de datos para conocer la personalidad de esos arquetipos divinos que dieron personalidad a los dioses del Olimpo griego y que hoy redescubrimos, sin saberlo, en nuestra cotidianidad del siglo XXI.

Todo ello sirve para construir una historia de ficción que, aún siendo una novela, bien podría ser realidad. Y es eso quizá lo que más remueva al lector después de disfrutar, seguro, de La venganza del tiempo.

Nacho Ares

Febrero de 2014

Genealogía de los dioses

GENEALOGIA

NIX GEA URANO CRÍO
TIFÓN CRONO CIBELES ZEUS
POSEIDÓN HADES PERSÉFONE APOLO
ARES FOBO

Capítulo I

… y una gota rebelde intentaba saltar desde su frente a su ojo izquierdo, pero lo cerró. Ahora mismo le bastaba con el derecho. Siguió moviendo con calma el cepillo dejando caer poco a poco la arenisca que la cubría. Escuchaba su propia respiración y eso la tranquilizaba.

– ¡Dora! – alguien gritaba desde la terraza superior.

– No, no, no, no, no… – susurró Dora.

– ¡Dora, teléfono! – la voz se acercaba.

– Joder.

Dora se separó bruscamente de la pared, bajó la cabeza y expulsó el aire de golpe.

– Así no se puede… no se puede hacer nada.

Héctor bajaba corriendo por la pasarela que se encontraba a la derecha de Dora. Como era costumbre en él, tropezó pero no se cayó. Llegó a trompicones hasta Dora, con el brazo extendido ofreciéndole el teléfono.

– Es Claude, – jadeó – dice que es urgente.

– Ya, gracias – Dora cogió el teléfono para contestar – Claude, soy Dora.

– ¡Hola, cariño!

– Hola, corazón. ¿Qué puede ser tan urgente? – preguntó Dora – Casi consigues que Héctor se mate.

– ¡Pero si no le he dicho que fuera urgente! – respondió Claude – Tengo las fotos que me pediste. La verdad es que el friso está un poco deteriorado, pero he podido sacar una muy buena definición de los textos. Te las mando hoy mismo por correo y te llegarán en tres o cuatro días.

– Gracias, Claude. ¿Puedes mandármelas antes por correo electrónico? – Dora estaba impaciente por verlas – Así puedo ir avanzando un poco.

– Claro, claro. Ahora mismo. ¿Necesitas alguna cosita más? – preguntó Claude.

– Nada más, Claude. Eres un sol – Dora estaba segura de que se le terminaría ocurriendo otro encargo para él, pero no por el momento – No sabes cuánto te lo agradezco. Besitos.

– Ciao, Dorita.

Dora conoció a Claude en un congreso de verano, en París. Ella estaba terminando su tesis doctoral y Claude comenzaba la suya. Dora pudo ayudarle, sobre todo a la hora de participar en las excavaciones en Grecia, donde ella tenía muchos contactos. Y Claude consiguió un puesto en el Louvre, así que Dora tenía acceso a una gran colección de piezas para su trabajo. Era una relación muy productiva.

En esta ocasión Dora le pidió a Claude que le localizara en el Louvre unas piezas de la colección griega del museo. No eran de las conocidas ni de las que llamaban la atención, pero la arqueóloga había encontrado algo en su excavación que le había hecho recordarlas. Eran un par de fragmentos de un pequeño friso que se hallaron en las ruinas de un templo menor, a unos doscientos kilómetros de Delfos. Lo que las hacía valiosas para Dora era el texto que formaban porque se parecía bastante al que ella estaba intentando sacar a la luz en su excavación. El problema era que la inscripción de Dora no estaba completa y las del Louvre eran un modelo de comparación casi perfecto.

– ¡Héctor! – Dora no conseguía explicarse la facilidad que tenía su ayudante para desaparecer. Además, no es que se desvaneciera para evitar trabajar; al contrario, dondequiera que estuviese en ese momento, seguro que estaba adelantando trabajo – ¡Héctor!

De nuevo se escucharon los pasos de Héctor corriendo por las tablas de las pasarelas. Dora esperaba verle aterrizar en cualquier momento frente a ella… o encima de ella, así que se levantó y se apartó. Por si acaso. Afortunadamente Héctor consiguió llegar abajo sin caerse.

– Héctor, por favor, – le dijo Dora seriamente – un día tendrás un accidente y te vas a abrir la cabeza. ¿No puedes ir más despacio?

– Sí puedo, – contestó Héctor sonriendo – pero así… gano algo de tiempo.

– Lo que vas a ganar es tener tres dientes menos – Dora le dio su botella de agua para que se refrescara y recuperara un poco el aliento – ¿Mejor?

– Sí, sí… gracias.

– Vale. Oye, Claude va a enviarme unas fotos por correo electrónico – le dijo Dora – ¿Podrías imprimirlas y traerlas, por favor?

– Claro, – contestó Héctor – ahora mismo – y se dio bruscamente la vuelta para empezar a correr.

– ¡Héctor! – le gritó Dora – No es necesario que vueles – Héctor no contestó – ¡Te lo digo en serio!

Dora volvió a sentarse frente a la inscripción, cogió el cepillo y continuó quitando con suavidad la tierra que la cubría. Habían encontrado aquella puerta cegada con una pared de ladrillo un par de días antes. Se encontraba bajo el templo de Crío que Dora excavaba desde hacía unos años y lo cierto es que la tenía desconcertada. Si el templo había sido construido en torno al siglo VI a.C., aquella entrada tenía que dar paso a una estancia mucho más antigua. Además, la inscripción estaba escrita en un griego arcaico que ella no podía leer correctamente, así que estaba en un punto muerto. Las fotos que le había pedido a Claude podrían ayudar a descifrar la parte de inscripción que había sobrevivido al paso de los siglos, pero no estaba convencida de poder traducir aquel fragmento de texto por completo. Dora escuchó pasos que se acercaban y levantó la vista. Héctor se acercaba despacio, enfrascado en las fotografías que habían enviado desde París.

– Vaya, no pensé que me harías caso – Dora se incorporó sorprendida por la calma de Héctor – ¿Qué hay en las fotografías para que hayas dejado de correr?

– Es que… – Héctor miró la inscripción que Dora estaba limpiando – ¿Sabes a qué me recuerda?

– No tengo ni idea – Dora sonreía porque sabía que Héctor tenía una memoria privilegiada y era capaz de relacionar cosas que los demás ni siquiera podrían imaginar.

– La Tablilla de Pella – Héctor miró a Dora arqueando las cejas ligeramente.

– ¿Una maldición? – Dora volvió la vista hacia la inscripción del dintel de la puerta – Normalmente las escribían sobre planchas de plomo o de madera, o de piedra pero no en paredes ni puertas.

– Sí, pero fíjate en la grafía – Héctor le mostró las fotografías – Es muy antigua, no es griego clásico. La de Pella está escrita en el antiguo idioma macedonio; quizá tenemos algo parecido.

– ¿Puedes leer algo? – preguntó Dora concentrada en el texto – Podría ser el antiguo lenguaje ateniense, pero estas dos letras, no sé, podrían ser gammas.

– La verdad es que recuerdo muy poco de griego arcaico, pero… a ver –Héctor miró concienzudamente la inscripción que todavía podía verse en el dintel – Esto es gamma mayúscula, seguro, y la segunda y la última… – Héctor buscaba en su memoria algo que le ayudara – Ya está; fíjate, son alfa, las dos, pero en mayúscula y en el jónico anterior al griego clásico.  Así que tiene sentido que en medio haya una iota. Aquí dice Gaia; es decir, Gea, la diosa Tierra.

Ares

ares

Hijo de Zeus, es el dios de la guerra. Un ser sin aliados ni contrincantes pues sólo la devastación de la guerra le mueve, da igual a quien destruya. Su propio padre no quería nada con él ya que le consideraba el más odioso de sus hijos.

Fobo

fobo

Hijo de Ares, el es dios del pánico. Puede provocar terror en quien le siente, pero también ayudar a provocarlo. El escudo de Hércules representaba el rostro de Fobo y era una imagen aterradora para quienes se enfrentaban a él.

Gea

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Hija del Caos, es la dios tierra y de ella surgieron dioses poderosos como Urano, Tifón o Ponto.